Nuestros proyectos nos acompañan desde su concepción hasta la idea final. Nos definen, van conformándonos como empresa, como personas. Nuestros proyectos somos nosotros y, por eso, estamos orgullosos de que perduren en el tiempo y, sobre todo en nuestra memoria.
Hoy te compartimos la entrevista que realizamos al arquitecto César Coll sobre uno de sus proyectos emblemáticos que realizó junto a Sutega y que, desde el momento de su creación, ha dado de qué hablar tanto a clientes como a profesionales del sector de la construcción.
¿Cuál fue tu inspiración para diseñar el Centro aulas de empresarios del Polígono de Tambre?
Fue un proyecto clave en mi vida profesional.
Partiendo de una base de tres edificios, lo que pretendía era crear un lugar, un territorio propio.
Mi idea matriz buscaba separar las distintas secciones por oficinas y salas para albergar la actividad diaria típica de una empresa, enfocado a organizaciones que no pudieran tener esa estructura y necesitaran dar cursos o cualquier otra actividad. Asimismo, la idea se complementó con una planta para dar cursillos, cafetería, restaurante y una planta superior para “cerrar negocios”.
¿Hubo algún reto en el diseño o construcción de este emocionante proyecto?
Ajustar el proyecto al presupuesto del cliente, manteniendo la innovación en todo momento como punto clave a la hora de idear la estética del polígono.
¿Qué destacarías de la colaboración con Sutega?
Era la primera… Y fue muy buena, se puso mucha pasión.
Lo más importante fue aprender los unos de los otros y, al mismo tiempo, cuidar del espacio… Intentar juntos que el proyecto no muriera con el tiempo.
¿Qué viene a tu mente cuando se nombra ahora el proyecto?
Satisfacción, sobre todo por lo que comenta el cliente aún a día de hoy. Cuando van visitas de otros polígonos, lo ven como un proyecto muy versátil y avanzado técnicamente respecto a lo que había en ese momento. Es la imagen que tenía que dar el polígono como innovador.
También recuerdo la reacción del diseñador de la silla Gorka de Akaba cuando vio que pusimos esa silla en los 3 edificios. Se sorprendió por el uso tan versátil que le habíamos dado al mismo modelo.
¿Qué significa para ti que este proyecto se haya realizado en tu tierra?
Tuve la suerte de que me concedieran un premio del Correo Gallego como Gallego del Año y para mí este reconocimiento me ha hecho casi más ilusión que cualquier otro académico.
Como dije cuando recibí el premio, es muy difícil para un arquitecto encontrar una ciudad como Santiago, referencia en arquitectura, con emblemas como la Catedral, Hostal de los R.R.C.C, el Ayuntamiento… Y yo he tenido la suerte de hacer arquitectura en Santiago y que mis proyectos sean aceptados en todo el mundo.
La tradición de Santiago es estar a la vanguardia. Y a mí precisamente lo que me gusta es dar siempre un paso adelante conmigo mismo dentro de los parámetros de presupuestos o pautas que hay que cumplir. Como digo yo siempre, para que un proyecto resulte interesante, tiene que tener un mínimo del 10% de novedad.
Es precisamente esta satisfacción la que a veces nos falta a los arquitectos. En todo el “embrollo” de la ejecución de las obras, a veces se nos olvida que hay que hacerlas para la gente y por eso tenemos que sacar lo mejor de la oportunidad que se nos presenta.
¿Qué se siente al ver que tus diseños y obras perduran 20 años en el tiempo?
Yo entiendo que la versatilidad en los proyectos es la que consigue que se mantengan en el tiempo. En este caso, se logró una gran versatilidad a través de una estructura básica ordenada, clara y muy potente en cuanto a estética, por eso mismo el concepto se mantiene aún a día de hoy.
Los edificios envejecen, el tiempo es muy duro con la arquitectura mal planteada, las modas cambian. En este caso, fue una “modernidad atemporal”.
César Coll (Ourense; 1954) estudió Arquitectura en la ETS de Arquitectura de Madrid hasta la finalización de su formación en 1980. Tras especializarse en Urbanismo en 1985, trabaja en su estudio de Arquitectura en Santiago, pero su primer contacto con el mundo laboral lo realizó en el departamento de Servicios Técnicos de la empresa Dragados y Construcciones, antes de finalizar sus estudios.
Además de dar vida a diversos proyectos como arquitecto, César realizó otras actividades como vicedecano y miembro de la junta de gobierno del COAG y fue galardonado en distintas ocasiones.